Jesús sana a un muchacho endemoniado, Lc 9:37-43 (Mt 17:14-21; Mr 9:14-29)  

Lc 9:39 “Y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él”.  

El hombre, de quien nunca se nos da su nombre, describe magistralmente lo que sucede con el chico, de una manera sucinta y de un plumazo entera al Maestro lo que sucede. El padre estaba muy angustiado pues el malvado demonio a veces lanzaba al muchacho al agua y otras al fuego (Mt. 17:15). Marcos 9:17, redondea la imagen al decir que el espíritu era “mudo” y añade: “cruje los dientes y se va secando”. La imaginación puede ayudar a mirar la condición de una persona así, pero la realidad sería mucho mayor.

Nota doctrinal: La posesión demoníaca de un hombre es real y factible, así lo establece la Biblia. El Nuevo Testamento nos enseña a luchar contra ello puesto que Jesús transmitió la autoridad para enfrentar esta clase de lucha. El ministerio de la liberación de demonios, sólo parece estar en actividad entre los pentecostales y neopentecostales, aunque estos últimos la tienen súper dimensionada debido a la falta de doctrina. Se puede notar por el exagerado énfasis que le dan a lo que llaman “guerra espiritual” y “mapeo espiritual”, además de que se le asigna a casi cualquier pecado un demonio de origen, parecen no poder distinguir bien el límite o frontera entre una manifestación carnal y una demoníaca en las personas. Los pentecostales clásicos, con mayor doctrina y tiempo de experiencia, tienen un procedimiento más preciso al entrar al campo demoníaco; sin embargo, mucho creyente y ministerio pentecostal clásico temen a esta verdadera lucha, y al igual que los nueve apóstoles de la narración, son ineficientes y no pueden echar el mal donde sí lo hay, quizá debido a la duda, falta de doctrina, o simplemente, debido al pecado oculto. Por otro lado, la manera para sacar demonios se puede reducir al simple enfrentamiento utilizando el nombre de Jesús (Mr. 16:17).