Jesús sana a un muchacho endemoniado, Lc 9:37-43 (Mt 17:14-21; Mr 9:14-29)  

Lc 9:42-43 “Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre. 43Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos”.  

El demonio que poseía al muchacho de la narración ya estaba aterrorizado cuando escuchó “trae acá a tu hijo”, el ente inmundo ya sabía la sentencia que le esperaba, y ahora él era el aterrorizado, sabía que se enfrentaba al Rey de reyes; quien días atrás, con una sola palabra, había expulsado a Legión, y miles de demonios suplicantes habían huido del gadareno (Lc. 8:31). Así que, en un acto reflejo demoníaco, el demonio derribó al muchacho y lo sacudió con violencia pues era lo que acostumbraba para asustar a los mirones, pero de nada le serviría contra el Todopoderoso en persona.

En un solo acto el Señor de señores reprendió al espíritu inmundo, el demonio debió salir tan rápido que Lucas no se toma la molestia de registrarlo. Sin embargo, Marcos 9:26 es más dramático cuando describe el suceso, allá se menciona que: “Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.” Probablemente el demonio lesionó al chico antes de salir, pero Jesús lo entregó totalmente sano a su padre, tal como lo hizo con la viuda de Naín. Todos, es decir, los que habían disputado, la gente que se había reunido, los doce, todos se admiraron, se maravillaron de la grandeza de Dios.