La respuesta de Jesús sorprendió a los principales sacerdotes al punto de no poder contestar para no verse mal.
La estrategia de Jesús fue responderles con otra pregunta, haciendo referencia al bautismo de Juan el Bautista, quien había sido considerado toda una autoridad para el pueblo. Recordemos que la gente venía desde toda Judea para ser bautizados por Juan. Jesús mismo vino para ser bautizado por él en el Jordán (Mt 3:13-15), y aunque al principio Juan se opuso, finalmente los dos bajaron a las aguas, porque solo así cumplirían con toda justicia (Mt 3:14,15). Los fariseos y los saduceos también acudían al lugar donde Juan bautizaba, pero solían mantenerse a distancia callados, y observando, mientras Juan los reprendía severamente (Mt 3:7).
Entonces, la pregunta sobre el bautismo, que Jesús hizo a los principales sacerdotes, escribas y ancianos no respondió a las dudas de los fariseos, pero si dejó en claro, ante todos, una falta de convicción de los fariseos al no tener respuestas a las preguntas del maestro (v.31,30). Por otro lado Jesús, cuya autoridad es superior a cualquiera, decide no responder a las provocaciones de aquellos hombres religiosos.
Para meditar: Cuestionar a Jesús acerca de sus acciones fue una actitud desafortunada y fuera de lugar. Su deseo por darle muerte los llevo a buscar pretextos; sin embargo, no los encontraron. Ellos no preguntaban para reconocerlo como Hijo de Dios, si no para culparlo. El corazón que no teme a Dios cuestiona para obtener una respuesta que justifique su accionar, pero el que teme a Dios, pregunta con el anhelo de conocer su voluntad.