Un leproso. En los versículos anteriores se habla de “muchas enfermedades” sin mencionarlas. Aquí, Marcos le dedica toda una sección (una perícopa, como dicen hoy los eruditos al segmentar los capítulos) a un hombre con la enfermedad de la lepra. (Ver nota en v. 44)
Rogándole. Con su actitud, este hombre proporciona los pasos que debe seguir un pecador:
- Acercarse al Salvador. No importa la gravedad de las faltas. La lepra es un símbolo del pecado. Es de apariencia desagradable, por no decir horrible; va en aumento si no se atiende. Era casi incurable, y lo es hoy todavía si no se trata.
- Acercarse con reverencia. Se hincó, se puso de rodillas.
- Mostrar fe en la soberanía divina: Si quieres, si es tu voluntad perdonarme, si es tu voluntad sanarme.
Luego vemos la respuesta del Sanador divino: Quiero, ¡sé limpio!. Aquí se revelan los pasos del perdón:
- Un Cristo misericordioso, que oye. Fuente real de esperanza.
- Un Cristo personal que sana. Extendió la mano y le tocó.
- Un Cristo personal que salva. Pronuncia una palabra otorgando su perdón a los pecadores. Al instante la lepra (símbolo del pecado destructor) se fue de aquél, y quedó limpio. Instantáneamente transformado.