Jesús sana a un leproso, Mr 1:40-45
(Mt 8:1-4; Lc 5:12-16) 

Mr 1:40-43 “Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego”. 

Un leproso. En los versículos anteriores se habla de “muchas enfermedades” sin mencionarlas. Aquí, Marcos le dedica toda una sección (una perícopa, como dicen hoy los eruditos al segmentar los capítulos) a un hombre con la enfermedad de la lepra. (Ver nota en v. 44)
Rogándole. Con su actitud, este hombre proporciona los pasos que debe seguir un pecador:
- Acercarse al Salvador. No importa la gravedad de las faltas. La lepra es un símbolo del pecado. Es de apariencia desagradable, por no decir horrible; va en aumento si no se atiende. Era casi incurable, y lo es hoy todavía si no se trata.
- Acercarse con reverencia. Se hincó, se puso de rodillas.
- Mostrar fe en la soberanía divina: Si quieres, si es tu voluntad perdonarme, si es tu voluntad sanarme.
Luego vemos la respuesta del Sanador divino: Quiero, ¡sé limpio!. Aquí se revelan los pasos del perdón:
- Un Cristo misericordioso, que oye. Fuente real de esperanza.
- Un Cristo personal que sana. Extendió la mano y le tocó.
- Un Cristo personal que salva. Pronuncia una palabra otorgando su perdón a los pecadores. Al instante la lepra (símbolo del pecado destructor) se fue de aquél, y quedó limpio. Instantáneamente transformado.