Jesús sana a un paralítico, Mr 2:1-12
(Mt 9.1-8; Lc 5.17-26) 

Mr 2:6-7 “Estaban ahí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”. 

Los escribas eran “hombres estudiosos que se dedicaban exclusivamente al examen sistemático de la ley judaica, la cual interpretaban y aplicaban a la vida diaria de los judíos” (Diccionario Ilustrado de la Biblia, editorial Caribe, pág. 203). Por tal motivo se sentían con el derecho de criticar con severidad el perdón que Jesús acababa de otorgar, aseverando que el único con potestad de perdonar pecados es Dios.

Su corazón, lleno de conocimiento de la ley, pero también endurecido y cegado, no se daba cuenta que frente a ellos estaba Jesús, el Hijo de Dios, con todo el poder, soberanía y majestad que el mismo Padre tiene “Yo y el Padre uno somos” Jn 10:30).

Llama la atención que los escribas estén sentados cómodamente, cuando era una multitud la que estaba aglomerada aún a la puerta de la casa; pero esto sólo confirma la descripción que Jesús hizo de ellos en Marcos 13:38-40: “…y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas”.