La blasfemia contra el Espíritu Santo, Mr 3:20-30

(Mt 12.22-32; Lc 11.14-23) 

Mr 3:20-21 “Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí”. 

De una manera relevante Marcos describe realidades del ministerio. Cuando se ejerce el ministerio activamente hay gloria y respaldo de Dios, pero también hay presiones y luchas.

De estos versículos se puede notar que el ministerio de Jesús fue difícil, en primer lugar la visita un tanto sin respetar horario, cuando era tiempo para descansar y comer en casa, la gente quería milagros.
En segundo lugar, la mala percepción de la familia, que incomprensiblemente lo consideraba fuera de sí.

A eso añádase la grave acusación de los escribas que lo vinculaban con Beelsebú y el marco se hace agobiante.

Se agolpó. Aunque Marcos no explica el por qué se juntó la gente, es de esperarse que buscaban milagros. Ya habían sido testigos de un día agotador de Jesús a la orilla del mar y cómo había mostrado su poder a favor del pueblo, así que querían más, pues la necesidad de aquel tiempo como ahora sigue siendo enorme. Impresiona el detalle que se describe que no podían comer por causa de la multitud, debido a la insistencia, molestia o quizá urgencia de la necesidad, comieron a deshoras y de manera irregular. A pesar de que en el servicio a Dios hay que ser cuidadosos del cuerpo en alimentación y descanso, un ministerio debe de estar preparado para estas complejidades, y responder con espíritu de servicio cuando así lo requieren las circunstancias.

Cuando lo oyeron los suyos. El apoyo de la familia es importante en todo, pero en el caso de Jesús, su familia se preocupó cuando lo oyeron, las multitudes oían de Jesús e iban a buscarlo por un milagro porque creían en él, pero ellos lo oyeron y pensaron que estaba fuera de sí, lo catalogaban casi como un loco.

Vinieron para prenderle. El objetivo era salvaguardarlo, era una acción desesperada por parte de los suyos, ya que lo consideraban fuera de sí.

Las relaciones familiares son de por sí complejas, más aun cuando la familia no tiene una visión clara del ministerio recibido. Para ellos Jesús era su hermano, su primo, sobrino, hijo. Oír que andaba predicando como rabí cuando era un carpintero y recibir noticias de los milagros y exorcismos que ocurren cerca de él, no debió ser una noticia normal. La primera reacción fue pensar que había perdido el control de su persona, y en ese contexto la reacción no se hizo esperar y se fueron a ayudar a su familiar. Querían llevarlo a casa, que descansara, que comiera bien, que pensara correctamente sobre sí mismo, que se relajara y que volviera a la “normalidad”.