La blasfemia contra el Espíritu Santo, Mr 3:20-30

(Mt 12.22-32; Lc 11.14-23) 

Mr 3:22-30 “Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo”. . 

La discusión de este pasaje tiene su base en el origen del poder libertador de Jesús. Mateo y Lucas también relatan este diálogo, el detalle es que cada uno lo narra en diferente contexto. Marcos lo relata en el contexto de un incidente familiar y de presión de la multitud.

Los escribas. Aquí se especifica qué grupo comenzó la acusación. Cabe notar que los escribas no dudaban del poder, dudaban de dónde venía. También se resalta el viaje sólo para acusarle. Desde Jerusalén habían hecho el viaje expreso para utilizar este argumento contra el Maestro de Galilea.


La acusación: Jesús operaba bajo alianza con el príncipe de los demonios. Una acusación corta pero con un objetivo claro: destruir la reputación de Jesús.
La defensa. Jesús de manera solvente argumenta con una aguda lógica. A través de una pregunta y una aseveración destruye una acusación venenosa.
La lógica que usó Jesús como defensa se basa en dos aspectos: en un reino y en una casa.
En la división no se puede permanecer, con esta declaración Jesús resalta un principio de guerra. En la división no hay avance, en la unidad hay victoria.


Después Jesús lleva a una pequeña parábola sobre la casa de un hombre fuerte, para reforzar su enseñanza y enfocarnos en la autoridad, y su poder incomparable.

Nota doctrinal: Atar al hombre fuerte. Si bien es cierto esta declaración de Jesús ha sido utilizada en tiempos recientes como fundamento para la llamada guerra espiritual; sin embargo, el contexto indica que es un argumento para explicar la diferencia entre dos fuerzas que son antagonistas por naturaleza, Jesús y Beelzebú, y que no sólo no hay forma de lograr que trabajen en conjunto, sino que, para que una actúe y se manifieste primero le es necesario inhabilitar las capacidades de la otra. Esta guerra, si así se quiere ver, requiere conocer aquellas cosas o fueras espirituales que puedan impedir a la iglesia su avance y actuar en consecuencia. Dicho esto, Jesús no da pie en ninguno de sus discursos o enseñanzas a “atar un hombre fuerte”. No lo vemos atando al hombre fuerte de Jerusalén o Capernaum, pero si lo vemos subiendo al monte a tener comunión con su Padre y usando la Palabra como su fuente de autoridad (Mt 4:1-11; Lc 6:12). La parábola entonces (porque eso es y no otra cosa) tiene una enseñanza simple y poderosa, mostrar la imposibilidad de trabajo unido de Jesús con los demonios, según argumentaban los detractores del Señor.