Jesús tocó lo que nadie se atrevía a tocar; un rabino no se podía permitir contaminarse, y tocar el cadáver de una persona lo convertía en inmundo según la ley de Moisés. En Levítico 21:1 dice: “Jehová dijo a Moisés: Habla a los sacerdotes hijos de Aarón, y diles que no se contaminen por un muerto en sus pueblos”.
Contra todo esto, Jesús la tomó de la mano y se dirigió directamente a ella con estas tiernas palabras de compasion y autoridad: levántate.