No sólo de pan vivirá el hombre…pero es necesario el pan para la vida del hombre. Jesús ministró la palabra al pueblo y lo alimentó espiritualmente, pero en su gran compasión y sabiduría, afirmó la importancia de ministrar holísticamente al individuo, y en un acto asombroso de poder, hizo provisión para satisfacer el hambre física de su auditorio. Demostró objetivamente ser la respuesta integral a las necesidades de la multitud, ofreció la Palabra para el corazón y, en medio de un lugar desierto, proveyó comida en abundancia para sustentarles físicamente. Este despliegue de poder alentó al pueblo a proclamar a Jesús como rey, pretensión a la que no accedió pues la motivación de la gente era equivocada. La multitud no reconocía a Jesús como el Cristo de Dios, - el retoño del tronco de David; sólo pensaba en que este profeta podía obrar maravillas para suplir sus necesidades. La actitud de la gente cambió drásticamente hacia lo negativo cuando el Señor los desafió a aceptar de corazón su procedencia divina y su poder para dar vida. La gente prefirió alejarse de él (Juan 6:41-66).
Para meditar: Algunos ven en Cristo a un “resuelve problemas”, un Cristo que salva de las vicisitudes de la vida, y nada más. En su bondad, Dios ministra integralmente a sus criaturas, pero lo realmente prioritario en la voluntad divina es la reconciliación del hombre con su Creador. Se posibilita dicha reconciliación cuando el individuo se acerca a Cristo, y reconoce en él a: “…el pan que descendió del cielo”; el verdadero Maná - que puede suplir las necesidades temporales - pero prioritariamente se propone impartir vida eterna al perdido, y la esperanza de la resurrección.