Jesús es ungido en Betania, Mt 26:6-13
(Mr 14.3-9; Jn 12.1-8)
Mateo 26:6-13 “Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7 vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. 8 Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? 9 Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. 10 Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. 11 Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. 12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. 13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.

Betania era uno de los lugares preferidos de Jesús para estar y descansar, ahí también ocurrió la resurrección de Lázaro y por añadidura donde ascendió a los cielos.

Se infiere que Simón ya había sido sanado por Jesús, pero seguía siendo identificado como “el leproso”. El evangelista Juan da la nota que a Jesús le habían ofrecido una cena, que le acompañaban Lázaro y sus hermanas y por supuesto del ungimiento de Cristo por María. También se narra que hubo enojo y disensión por ese frasco de nardo puro derramado sobre los pies de Jesús. Juan le pone nombre y apellido a ese enojo: Judas Iscariote. Y descubre la verdadera motivación de tal contrariedad: “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella (Jn. 12:4-6).

Para Meditar: Qué terrible es cuando las verdaderas motivaciones salen a la luz de un hombre o una mujer que sirven en la obra de Dios, como fue el caso de Judas. Qué vergüenza causa cuando hay evidencia de tales actos. ¿A quién le corresponde juzgar tales hechos? Como siempre la respuesta está en la palabra de Dios: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jer. 17:10). Dios es el que pesa los corazones.

Normalmente el ungimiento en el contexto judío se daba cuando se elegía a un rey, un sumo sacerdote o a un profeta, los tres ministerios los cumple Jesús. Asimismo, este acto tan especial lo hacía normalmente el sumo sacerdote o el profeta mismo, pero aquí tenemos a una sencilla mujer, en un contexto patriarcal y sin ningún nombramiento para realizar tal acto, llevando a cabo el procedimiento de ungir a Jesucristo pero… ¡para su sepultura! María tenía lo más importante, un corazón para servir sin importar el sacrificio o el precio y una devoción profunda por su amado salvador.

Para Meditar: Jesús acepta tal acto y no solo eso, sino que la alaba y la coloca en los anales de la historia cristiana como un ejemplo a seguir y digno de ser recordado por siempre. Esta mujer es un ejemplo para toda la cristiandad de todas las edades, supo reconocer el factor tiempo y no le importó pagar el precio en todos los sentidos. Cuando María Magdalena y la otra María quisieron ungir el cuerpo de Jesús en la tumba, ya no se encontraba, ¡había resucitado¡ de ahí la importancia de servir a Cristo en el aquí y en el ahora.