¿Qué bien haré…? La aprobación que nunca llegó, este joven rico como muchas personas esperan la anuencia de Dios cuando viven vidas aparentemente correctas.
Para Meditar: Este joven tuvo la gran oportunidad de su vida y la perdió, pudo llegar a ser un héroe y terminó como un cobarde, pudo haber brillado en su tiempo y en la eternidad, sin embargo se hundió en las sombras. Lo trágico es que probablemente sea la historia de muchos jóvenes modernos.
Este joven rico hizo cuatro cosas buenas: 1. Se acercó a Jesús en el tiempo correcto, “vino uno corriendo…” 2. Llegó a Jesús con una actitud correcta, Marcos 10:17 relata que “hincando la rodilla delante de él”, 3. Se acercó a Jesús con una inquietud correcta, “¿qué bien haré para tener la vida eterna?” y, 4. Vino a la persona correcta, el Señor Jesucristo, “Maestro bueno,”
Jesucristo siempre nos ministra a partir de nuestra experiencia: “Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Ahora bien, Jesús no estaba negando su deidad, solo estaba ubicando al joven con su realidad espiritual, la salvación no es por obras para que nadie crea que es por su moralidad que entrará al cielo, sino por la gracia de Dios. Este joven, como todo judío, conocía a la perfección los mandatos de Dios: “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová” (Lv 18:5).
¿Qué más me falta?... El joven de esta historia tenía riquezas, le faltaba amor, tenía religión, le faltaba seguridad de vida eterna, tenía moral, le faltaba gozo, estaba vacío. Jesucristo siempre verá nuestra realidad espiritual y a este joven le da la respuesta que necesitaba. Este joven, -del cual ni su nombre se menciona - se acercó genuinamente a Cristo, pero se alejó de él triste, porque no esperaba ese tipo de respuesta, cuando menos no la que afectara sus intereses económicos, área que Cristo identificó en su vida plenamente, sí, este joven fue cuidadoso de guardar la ley, pero no como Jesucristo la cumplía, ningún ser humano podía hacer tal cosa y como lo dijera Pablo años después: “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro 3:20).