MATEO CAPITULO 21
La entrada triunfal en Jerusalén, Mt 21:1-11

Mateo 21:1-11“Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, 2 diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. 3 Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 4 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga. 6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. 8 Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. 9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea”.

Esta entrada de Jesús en Jerusalén es, sin duda, la entrada triunfal de un rey. Sin embargo, el impacto del momento no debe haber llegado a los romanos, quienes de ser así hubieran intervenido. Para ellos debió ser de lo más natural la multitud y el algarabío pues en esa época Israel celebraba la pascua, una de las fiestas obligadas para todo israelita, lo que provocaba que vinieran judíos de la dispersión. De ahí la gran multitud, entre la cual muchos habían visto a Jesús, otros solo habían oído hablar de él, pero un buen número seguramente no le conocía.

Los romanos veían como un peligro a todo aquel que se acercaba con aspiraciones de rey y generalmente terminaban rápidamente esas aspiraciones con la espada, pero no fue así con Jesús. Incluso más delante, cuando Pilato interroga a Jesús sobre si es rey, y éste contesta: “Tú lo dices” (Mt 27:11), el gobernador de Judea informa que no ha encontrado delito digno de muerte. De manera que, para los romanos, esa entrada de Jesús debió ser como muchas otras peregrinaciones que llegaban a la ciudad..

Otra razón por la que los romanos no lo habrán considerado una amenaza puede ser la respuesta de la multitud a la pregunta de ¿quién es éste?, pues aunque su entrada fue como rey, al considerarlo un profeta no vieron en él alguien con pretensiones de realeza.

Sin embargo, en la cosmovisión judía oriental, sí se trató de la entrada del Rey. Y sobre todo puede verse que, en cada acto en apariencia insignificante, se estaban cumpliendo profecías sobre la venida del Mesías.

Cumplimiento de las profecías…Empezamos con la orden que Jesús da a dos discípulos para que fueran a la aldea por unos asnos, advertidos de que al preguntarles por qué lo hacían responderían que “el Señor los necesita”. Jesús se refiere a sí mismo como el Señor, no dijo que el Señor de los discípulos o del dueño de los asnos, lo que podría entenderse como el amo o patrón, dijo claramente “el Señor”, asumiendo un título de divinidad. Es interesante ver que todos obedecieron, tanto discípulos como propietarios.

El propósito de disponer de los asnos fue para que se cumpliera la profecía, “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. (Zac 9:9). Jesús cumple cada una de las profecías con plena conciencia, para confirmar su mesianismo en el corazón de todos aquellos que crean en él, aun cuando incluso en ese momento no sean capaces de entenderlo.

Jesús viene montado en un asno, no viene a destruirlo todo, viene como el Rey esperado, viene en son de paz. Después, este mismo Jesús vendrá en un caballo blanco y con la espada desenvainada para establecer la justicia de Dios (Ap 19:11,15).

Jesús entraba a Jerusalén con un cortejo de voluntarios, en una cabalgadura cubierta no por mantos finos como acostumbraban los reyes, pues los mantos puestos a Jesús no eran caros, pero sí muy útiles a sus dueños, sin embargo, los entregaron para honrar al Rey del universo. Alguna vez Israel hizo lo mismo “Entonces cada uno tomó apresuradamente su manto, y lo puso debajo de Jehú en un trono alto, y tocaron corneta, y dijeron: Jehú es rey” (2 R. 9:13), solo que ahora con un reconocimiento más digno para que Jesús sea recibido como hijo de David y enviado por Dios.

La multitud gritaba ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! La palabra Hosanna significa “salva ahora”; y aparece en la declaración: “Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego” (Sal. 118:25). Aunque la palabra se usa como alabanza, el sentido original de la misma nos lleva a mirar a la multitud gritando, “Sálvanos ahora Hijo de David”. Esa súplica sería contestada apenas unos días adelante cuando otra multitud gritará: ¡Crucifícale! (ignorantes del acto trascendental que estaban produciendo para judíos y para gentiles).

“Bendito el que viene en el nombre de Jehová” (Sal. 118:26). Es el esperado, el enviado de Dios para llevar a cabo nuestra salvación del pecado y de la muerte eterna. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley” (Gá 4:4-6). Las multitudes esperaban un rey que acabara con el impío imperio romano, sería tan poderoso que regiría las naciones con vara de hierro, pero el Señor da una victoria celestial, derrotando por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte.

La Escritura registra varias ocasiones que Jesús estuvo en Jerusalén. Cuando era pequeño y se le encontró hablando con los maestros de la Ley; al principio de su ministerio y echó a los mercaderes del templo. Cada vez que lo hizo impactó a las personas, pero ahora la ciudad se estremeció, entraba como el Rey prometido, en medio de la alabanza del pueblo y con su fama precediéndole. Nadie quedó impasible ante su llegada, y eso incluye a los líderes religiosos quienes tuvieron en este evento un motivo más para buscar matarlo.

Para Meditar: Ese es el efecto de Jesús, nadie puede quedar igual cuando llega a nuestra vida, todo se estremece, todo cambia.