La Ley, el Talmud judío, registra 613 mandamientos o leyes. Al hacer la pregunta este intérprete de la Ley no lo hizo para ver que tan bien conocía Jesús la Escritura, eso era evidente. Los fariseos con frecuencia discutían sobre el tema, al preguntar a Jesús podrían quizás acusarlo de tener en menos algún mandato importante.
Nota Doctrinal: Jesús contesta con la Escritura citando “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Dt. 6:5) Este texto era familiar a todo israelita, era obligatorio saberlo. Significa que ningún afecto deberá estar por encima del amor a Dios, y que amarle implica que tenemos una relación personal con Él, dice “Amarás al Señor tu Dios”, y que en virtud de esa relación íntima le conocemos y sabemos que podemos tener plena seguridad en Él por lo que Dios es, y podemos sin reservas depender de Él en todo.
Jesús dice que le hemos de amar con todo nuestro ser. Y es el primero y más grande mandamiento. Dios exige que le amemos de esa manera porque es un Dios de amor, y lo sabemos porque nos ha amado tanto “que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn 3:16-17). Y afirmó que no hay más grande amor que dar la vida por sus amigos, y Él lo hizo: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”(Ro 5:8-9). Es realmente difícil comprender ese amor de Dios, porque estamos acostumbrados a amar con condiciones, amamos a los que nos aman, y nos resulta difícil amar a los extraños, aun menos dispuestos estamos a amar a quienes nos afrentan; además sabemos que no merecemos que Dios nos ame de manera incondicional, porque sabemos que a cada momento le fallamos.
Jesús va más allá, y le dice que el segundo tiene que ver con el prójimo, a quien hay que amar como a nosotros mismos. Esto también lo sabían, la Ley señalaba que “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19:18). El problema fue que los fariseos habían recortado mucho el concepto de prójimo, reduciéndolo solo al pueblo de Israel, y no a todos, sino solo a los que cumplían la Ley. Quedaban fuera los publicanos, y demás pecadores. Antes Jesús les señaló que el prójimo era todo aquel que les rodeaba, sin importar si era publicano o samaritano, si era o no merecedor de esa misericordia.
Es interesante observar que el amar a Dios resume la primera parte de los diez mandamientos, y el amar al prójimo la segunda. Y concluye: en esto se resume toda la Ley. Es así, porque quien puede amar a su prójimo como se ama a sí mismo, difícilmente podrá voluntariamente afectarlo en su persona o en sus bienes, ni siquiera pensará en hacer algún mal a su prójimo. Ahora bien, obedecer el segundo mandamiento, es consecuencia y evidencia de obedecer el primero, porque “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Jn. 4:20). Es decir, entre nosotros, primero el amor es hacia arriba, y después a los lados.
Nota de Carácter ético: Con relación a amarnos a nosotros mismos, Pablo nos dice en Romanos 12:3, que debemos tener un concepto equilibrado, es decir, no creernos más de lo somos, pero tampoco menos. Como se dice, se debe tener una autoestima sana. Y esto es importante, porque el concepto que tengamos de nosotros determinara la manera cómo vamos a tratar a los demás. Todos somos hechos a imagen de Dios, por eso no tenemos derecho a desechar a nadie, sino amarlos porque Dios les ama, porque Dios envió Jesús a morir también por ellos.
Para Meditar: Un aspecto que tenemos que considerar, es que a veces, los creyentes hablamos mucho de amar, pero estamos llenos de celos y contiendas, a cada oportunidad juzgamos duramente a los hermanos en la fe, incluso nos distanciamos con el pretexto de que nosotros somos quienes tenemos la doctrina más sana, y los demás se han desviado. Olvidamos que Jesús nos dijo que en esto seríamos conocidos como cristianos, en el hecho de que nos amemos entrañablemente. Es lamentable cuando testificamos contrario a eso, porque llegamos a ser como los fariseos: sepulcros blanqueados. Si hemos de obedecer estos dos grandes mandamientos, tenemos que amar a todos, a los santos y a los pecadores, a los bien y a los mal portados, porque Dios no quiere que ninguno se pierda.
Jesús concluye diciendo que de esos dos mandamientos depende toda la Ley, por eso Pablo dijo que “toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gl. 5:14), es decir, no podemos amar al prójimo si no amamos a Dios, no podemos amar a Dios plenamente si no amamos sinceramente al prójimo. Si quitamos de nuestras vidas el amor a Dios o al prójimo, quitamos la esencia de nuestra fe cristiana.