Capítulos: Selecciona otro comentario:

   

Jesús es ungido en Betania, Jn. 12:1-8 (Mt 26:6.13; Mr 14;3-9)  

Jn 12:7-8 "Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tendréis.”

Déjala, Jesús defendió a María, como en otra ocasión defendió a los niños (Mt. 19:14; Mar. 10:14; Luc. 18:16). El Señor se puso siempre al lado del desvalido que no tenía quien le socorriera (Sal 10:14; 72:12). Sin saberlo María ungió para la “sepultura” al Maestro. Muchos hubieran querido hacerlo cuando Jesús murió, pero no lo hicieron en su momento. María se adelantó y cumplió así en vida el ritual con que los judíos honraban a sus seres amados al morir.

La oportunidad de hacer bien a las personas siempre está presente. La oportunidad de honrar al Maestro, era única y había que aprovecharla. El honrar a Dios debió hacerse, “en gran manera”, con “suprema alabanza”, y “conforme a la muchedumbre de su grandeza”, por lo tanto el acto de María no era un derroche, ni mucho menos un “desperdicio”. El alma mezquina siempre verá la generosidad del adorador con recelo.

En el caso paralelo de ungimiento en (Lc 7:38), también fueron ungidos los pies. Sin embargo, a pesar de algunas similitudes entre ambas narraciones, hay suficientes diferencias como para que sea improbable que ambos episodios sean uno solo. En el registro de (Lc 7:36-48) la mujer se describe como una pecadora expresando profunda penitencia, mientras que María de Betania se ve como una mujer profundamente consagrada a Jesús, y el cuadro que Juan traza de ella concuerda con el retrato de (Lc 10:38–41) acerca de María. (Comentario Bíblico Siglo Veintiuno)