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Apacienta mis ovejas, Jn 21:15-19.

Jn 21:15-17 “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas".

La escena que ahora se describe tuvo que haber sido después de un rico desayuno; así que, una caminata a la orilla de la playa parecía ser el escenario adecuado para digerir el desayuno, pero también para que Jesús tomara un tiempo especial con su discípulo.

Pedro sabía que su maestro estaba vivo, sabía que eso era motivo de gozo y de hecho lo sentía, pero algo dentro suyo no le permitía disfrutar de todo, las buenas nuevas. Tenía disposición para buscar al Señor, tenía espíritu de servicio para obedecerlo, pero algo faltaba, por lo que Jesús se ocupó de su discípulo de manera personal.

Una vez más como con Tomás, la confrontación de Jesús fue firme pero cariñosa. ¿Por qué me buscas?, ¿Por qué me sirves?, ¿Por qué te alejas?, ¿Por qué divides? Todo eso estaba implícito en la pregunta de Jesús, ¿me amas? Esta gran diferencia es el punto crucial en la vida de todo hijo de Dios y servidor suyo. ¿Por qué se hace lo que se hace? La razón única debe ser el amor total hacia Él. Jesús esperaba eso de Pedro, no le recriminó el haberlo negado, le confrontó con su amor, porque cuando se ama a Dios no hay dolor más grande que haberle fallado y se hace todo lo posible por regresar a él en comunión. Pedro necesitaba recordar eso y el Maestro estaba dispuesto a refrescar su memoria.

Buscarlo y servirle deben sustentarse en más razones que simplemente remordimiento o gratitud, mucho menos conveniencia. La razón suprema para seguirle y para servirle es amarle a Él por encima de todas las cosas (Mt 22:37,38). Si así se hace, cualquier grave contingencia, incluso los errores propios, podrán superarse y encontrar la tierna comprensión del Salvador.

Mas que éstos. Al parecer Jesús estaba reprendiendo a Pedro tan suave que apenas podía notarse. Antes, Pedro decía que si todos fallaban él no lo haría (Mt 26:33,35; Lc 22:33), dando a entender que él sí amaba, y amaba más que todos a su Maestro. Ahora Jesús lo cuestionaba sobre eso. Pedro, ¿puedes realmente decir que me amas más que los demás como presumías y te jactabas antes? La respuesta de Pedro es positiva a medias: - Sí te amo, pero no más que éstos, como agachando la cabeza y reconociendo que su amor no era superior en ningún momento al de los demás.

Apacienta, pastorea. La atención que Pedro daría a la obra del Señor en el futuro le llevaría a ver muchos corderitos, bebés espirituales que debían ser apacentados, pero a los pequeños (espiritual y físicamente) y a todos (las ovejas) se les debía apacentar y pastorear con cuidado y celo. Una vez aceptado este reto, el apóstol jamás se arredró y compartió esa responsabilidad con las siguientes generaciones (1 P 5:1-4).

Nota al texto. El juego de palabras en el griego es un dilema interpretativo. La respuesta de Pedro es constante, usó el término fileo para responder a Jesús; el Maestro en cambio, usó en las dos primeras preguntas agapao pero en la tercera hizo un cambio y utilizó la misma palabra que su discípulo: fileo. ¿Qué fue lo que provocó que Jesús cambiara de término? ¿Fue Jesús o Juan quien hizo el cambio en su redacción? (al apóstol del amor le gustaba hacer cambios entre palabras, de significados parecidos). Y más importante aun, ¿Qué caminos de interpretación tiene este cambio en la palabra?, ¿Qué fue lo que entristeció a Pedro?, ¿Que Jesús preguntara tres veces o que en la tercera vez cambiara el verbo? Agapao es el amor perfecto y sublime, asociado generalmente con el amor divino, fileo es el amor humano, la amistad y afecto fraternal, y aunque pueden ser sinónimos tienen acepciones diferentes según se usen.

Por supuesto que hay una conexión entre las tres preguntas del Maestro y las tres negaciones de Pedro. Aun cuando pudo tener relación con el término utilizado, al escuchar esa tercera pregunta, sin duda vino a la memoria de Pedro la escena de aquella noche cuando negó tres veces a su Maestro. Y lo más probable es que eso era lo que deseaba Jesús, para que recordara aquel momento y él mismo lo usara para su rendición final.

Tú lo sabes todo fue la declaración de rendición del discípulo. Es lo que cada cristiano caído necesita recordar. Jesús lo sabe todo, sabe del pecado pero sabe también del dolor, las lágrimas y el deseo ferviente del corazón angustiado. Estaba ahí para recordar eso, que Él sabe, y que a pesar de que sabe está dispuesto a dar otra oportunidad. Al rendirse, Pedro pudo ver la luz al final de túnel de su depresión. Jesús lo había perdonado, no había más necesidad de mirar atrás. Todo recuerdo de aquel triste evento sería ahora para traer gracia y paz a su vida, al saber que a pesar de todo Jesús seguía amándolo y considerando a su apóstol listo para la obra a la cual fue llamado.

¿Por qué Jesús no le recriminó su pecado? La razón fundamental es porque, inmediatamente cuando Pedro falló, reconoció su error y se arrepintió; las lágrimas y la descripción que hace el evangelio son muestra de esto (Lc 22:62). Pedro se había arrepentido y por lo tanto había sido perdonado. Pero lo que ahora Pedro necesitaba era consuelo, fortaleza, saber que todo estaba bien con su maestro y que podía seguirlo sin remordimiento. Ahora, Pedro necesitaba caminar hacia adelante con la certeza de que todo había quedado en el pasado.

Pero, para Jesús no es suficiente eso, es necesario que cada discípulo entienda que, si bien es cierto que al arrepentirse se es perdonado y restaurado, para seguir adelante se requiere perdonarse a sí mismo y retomar el lugar que Dios le ha asignado, en respuesta a su incondicional amor.