“Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él…así pues éste mi gozo es cumplido”. Qué lección de humildad y reconocimiento de su misión. Juan conocía su lugar. Él solo era un heraldo, un enviado por designación divina. Era un instrumento para preparar el camino al Hijo de Dios (Is 40:3-5). Ocupa Juan la imagen del amigo del esposo y la felicidad que experimenta al ver y escuchar la voz de alegría del esposo, para explicar su sentir al escuchar la creciente popularidad de Jesucristo.