Ahora Jesús les declara la poderosa realidad de sí mismo: “Yo soy el pan de vida”. Ni el hambre ni la sed espiritual serán problema después de ir a Cristo y comer el pan que él provee. Sin embargo, tanto en aquel entonces como hasta hoy, hay personas que, aunque la realidad se les exhiba frente a ellos, no creen.
Para meditar: La declaración de Jesús, de sí mismo es, poderosamente determinante y absoluta. Él es el pan de vida, acudir a él saciará para siempre nuestra hambre, acudir a él saciará para siempre nuestra sed, acudir a él es quedar limpio de todo pecado, pues sólo él tiene el poder y la autoridad para perdonar nuestros pecados y transformar nuestra vida. La figura del pan de vida atribuida a la persona de Jesucristo, tiene un sentido soteriológico (salvífico) pleno. Dicho pan (su cuerpo) sería partido (1 Co 11:23,24) por la humanidad.