Mucha consternación causó a los judíos que Cristo dijese de sí mismo que era el pan que descendió del cielo, y obviamente no le creyeron, porque su razonamiento no alcanzaba a percibir la riqueza espiritual y la profundidad teológica del concepto expresado por Jesús: la encarnación. Su limitada percepción los encaminó a pensar en la familia de Jesús como un obstáculo para siquiera imaginar que había descendido del cielo, pues se preguntaban: “¿No es éste… el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo… dice éste: Del cielo he descendido?”
Para meditar: muchos creyentes al compartir las verdades del evangelio a su familia, éstos le expresaron lo mismo que los judíos murmuraban: ¿No eres tu aquel que andaba en drogas y vicios? ¿No conocemos quienes son tus padres y de dónde vienes?, no vengas con cuentos religiosos. Una vida transformada será el mayor instrumento para convencerle de nuestra verdad.