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Palabras de vida eterna, Jn 6:60-71  

Jn 6:60-63 “Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida"

“Dura es esta palabra” decían los discípulos; las palabras de Cristo, aunque duras, “son espíritu y son vida”. Quizá para algunos de ellos eran duras por la falta de entendimiento de las mismas, aunque para otros, por su contenido y exigencia. “¿Quién la puede oír?” o, ¿quién las puede cumplir? En realidad, cuesta mucho seguir a Jesús (Lc. 9:23). Hay exigencias en la cruz, como negarse a sí mismo, vivir en comunión, perdonar a tu hermano, el amor al prójimo, etc., es por eso que para algunos la cruz sigue siendo inaceptable e intolerable, hasta el grado de considerarla como locura (1 Co. 1:18).

Quienes seguían a Jesús se ofendían por sus aparentes duras palabras que, al final de cuentas, demostraban su veracidad mediante las señales que Jesús hacía ante ellos. Les ofendía lo que podía demostrarles con obras maravillosas, “¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?”; es decir, si la encarnación del Hijo de Dios y sus portentosas obras, no las alcanzan a entender, a tal grado que hasta les ofendían, ¿Qué decir si les mostraba la mismísima gloria que comparte con su Padre en la eternidad? Hay algo más que milagros y señales detrás de este hombre que Dios ha señalado para traernos vida.