Jesús y la oración, 11:1-13  

Lc 11:4 “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”.

Mateo, en su evangelio (Mt 6:12), usa el término “deudas” en lugar de “pecados” (estos vocablos se usan de manera completamente sinónima). Pecar es quedar pendiente con algo que hay que pagar y conforme a Romanos 6:23 se paga con la muerte. La frase, en ambos evangelios se complementa con “a nuestros deudores”; “a los que nos deben”. Esta parte es particularmente comprometedora, pues parece condicionar nuestro perdón en la medida en la que perdonamos a otros. Jesús, en la parábola de los dos deudores (Mt 8:23-35), nos pide que seamos recíprocos con el amor que se nos otorga, es decir, debemos brindarlo de igual modo hacia el semejante. De no ser así, sufriremos en carne propia nuestra falta de piedad.

“No nos metas en tentación” significa: “no nos dejes caer en tentación”. Es muy importante aclarar bien este concepto pues algunos se extravían en su interpretación. No hay tentación que venga de parte de Dios, él nunca tienta a nadie (Stg 1:13), si bien, cuando Dios prueba, es para perfeccionar al creyente; nunca lo hace con la intención de hacernos caer, por el contrario, para hacernos madurar. La tentación básicamente viene de tres fuentes: el diablo, la carne y el mundo; de estos tres, la carne es quizá un enemigo más difícil pues convive con nosotros, siempre queriéndose salir de sujeción. La oración modelo tiene como fin esperar que el Padre Celestial nos conduzca de tal modo, que no tengamos contacto con fuentes que produzcan tentación para no tener conflicto alguno. Es una estupenda petición.

“Mas líbranos del mal”, literalmente “líbranos del malo, del perverso”. Nuestras rogativas deben ir dirigidas a evitar caer en manos del enemigo, Satán, y como se puede notar, si primero evitamos las fuentes de tentación lo más que podamos, reducimos al mínimo la posibilidad de ser sus esclavos. Lucas no recopila la doxología final de Mateo, que los creyentes modernos repetimos: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.” (Mt. 6:13). No es ninguna contradicción, puesto que son evangelios sinópticos, reportan cada uno lo que a su punto de vista y del Espíritu Santo convenía escribir.