Lamento sobre Jerusalén, Lc 13:31-35 (Mt 23:37-39)  

Lc 13:34 “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!".

Con ternura Jesús declara su amor por Jerusalén, la ciudad de David, la ciudad del presente y del futuro, semejando ser una gallina que cuida a sus polluelos; en la que muchas veces había enseñado, efectuado sanidades y predicado con toda claridad. Sin embargo, también Jerusalén era la capital del pueblo de dura cerviz, en donde a todo aquel profeta que hablaba del arrepentimiento fue rechazado o muerto. (2 Cr 36:15-16; Neh 9:26; Jer 2:30), Lucas menciona más adelante, que Jesús lloró por la condición de esta ciudad (Lc 19:41,42).

Una exclamación que muestra la cantidad de momentos en los que buscó unirlos como el pueblo santo de Dios y ellos se revelaron. Dios les quiso dar descanso y paz y ellos no quisieron (Is 30:15). Jesús utilizó diferentes métodos para mostrar el amor infinito de Dios, repetidas veces les habló que el reino de los cielos se había acercado y que era necesario un arrepentimiento genuino y el pueblo no lo aceptó. (ver comentario de Mt 23:37-39)