Se estaba acercando el momento en el que ya no estaría Jesús entre ellos y también ocurriría la destrucción de Jerusalén. “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” Isaías 59:1-2
Para meditar: El creyente tiene la misma oportunidad que tuvo Jerusalén, Jesús sigue llamando al enfermo, al cautivo, al cansado. Es tiempo de escuchar su voz y mostrar un arrepentimiento genuino, que haga exclamar ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!