Parábola de la oveja perdida (Mt 18:10-14)

Lc 15:3-5 “3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: 4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso”.

La parábola de la oveja perdida fue la primera de tres parábolas que Jesús les refirió para dar una lección sobre la gracia y el amor de Dios. A menudo Jesús usaba las parábolas como métodos ilustrativos para captar la atención de los oyentes. De esta manera, los presentes podían comprender mejor las enseñanzas del maestro y recordar con mayor facilidad sus discursos.

La pregunta “¿Qué hombre de vosotros?” apeló a la conciencia de aquellos hombres guiándolos a reflexionar sobre sí mismos. Jesús explicó la experiencia de un hombre, que dueño de cien ovejas perdió una, pero que dejando las otras noventa y nueve en el desierto, salió en busca de ella hasta encontrarla para traerla de regreso. Según el relato, el valor de aquella oveja era tan alto como las otras noventa y nueve que estaban seguras, por lo que aquel hombre no descansaría hasta recuperarla. Aquel hombre simplemente no estaba dispuesto a perder ninguna, a pesar de que esta representara solamente el uno por ciento de su grey. Lo relevante en estos versículos no fue la incapacidad de la oveja perdida de regresar por sí sola, sino el valor que ella tenía ante los ojos de aquel hombre.

A todas luces una representación del amor del Señor en su búsqueda incansable por el hombre pecador, a quien finalmente lo encuentra para llevarlo a un redil espiritual satisfactorio.

Para meditar: La frase “Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso” puede llevarnos a reflexionar sobre el hecho de que, Cristo llevó en sus hombros el peso de nuestro pecado para llevarnos de regreso al Padre. Y que, sin importar la clase social, cultural o económica, Dios nos amó de igual manera a todos; a ricos y a pobres, a doctos e ignorantes y a grandes o pequeños, sabiendo que estábamos descarriados.