Los labradores malvados, Lucas 20:9-18

Lc 20:13-16“Entonces el Señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto. Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra. Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre!".

La última oportunidad que da el señor de la viña a los labradores malvados de corregir su actitud de rechazo hacia él y a sus siervos, fue enviándoles a su propio hijo, el amado, de quien pensó que, al verlo, “le tendrán respeto”. Sin embargo, otra vez ocurre todo lo contrario, pues, en lugar de recibirlo con agrado, deciden matarlo a fin de que posean la viña. La audiencia original de Jesús podía comprender mejor que nosotros, los motivos que tenían los labradores para matar al hijo, aunque quizá no comprendían el alcance y significado total de la historia sagrada.

La expresión “mi hijo amado” empleada en la parábola refiriéndose en un sentido último al Hijo de Dios, tiene un significado singular en las Escrituras. Tenía un uso especial en las relaciones familiares en el Antiguo Cercano Oriente. Los términos griegos agapetos, “amado” y monogenés, traducido como “único o unigénito” se usan como sinónimos en la versión Septuaginta o LXX. Cuando Dios le pide a Abraham que sacrifique a Isaac, la Versión LXX emplea agapetos al referirse al hijo amado del padre de la fe. En la transfiguración de Jesús, Dios Padre también se refiere a él como “mi Hijo amado” (Mateo 17:15).

El asesinato del hijo en la narración de la parábola y la reacción de venganza del padre, provocó en los oyentes de Jesús un fuerte ¡Dios nos libre! (Gr. “me genoito”) el cual se traduce también como “¡De ninguna manera!