La cuestión del tributo, Lc 20:19-26

Lc 20:19-20“Procuraban los principales sacerdotes y escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo. Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.".

Los integrantes del Sanedrín al fin comprendieron ( Gr. Ginosko, conocer, percibir) que la parábola de los labradores malvados era dirigida especialmente en contra de ellos. Al parecer, al responder ellos a la pregunta expresa de Jesús sobre lo que debía de hacer el dueño de la viña contra los labradores malvados, según Mateo, ellos mismos responden y dictan sentencia diciendo: “A los malos destruirá sin misericordia” dando a entender que todavía no se habían percatado que a ellos les aplicaba la parábola. En su enojo, los líderes judíos pretenden aprehenderlo en ese momento, pero no lo hacen por temor al pueblo que veía en Jesús un auténtico profeta.

Como los jefes del pueblo no pudieron echarle mano en aquella misma hora, optan por otro camino y envían “espías que se simulasen ser justos”. Lucas no vacila en revelar los motivos de estos hombres identificándolos como lo que realmente eran, espías, agentes secretos y que actuaban simulando (Gr. Hupokrinomai, relacionada a hupokrites, hipócrita) ser justos.

El propósito de estos emisarios del Sanedrín era sorprenderlo en alguna palabra dicha en sus discursos a fin de entregarlo a la autoridad romana, o sea a Pilato, quien tenía la autoridad para condenar a muerte o hacer vivir. Tales eran los motivos de los líderes judíos que querían deshacerse de Jesús de cualquier manera.