La autoridad de Jesús, Lc 20:1-8

Lc 20:3-7“Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré también yo una pregunta; respondedme: El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta. Y respondieron que no sabían de dónde fuese.".

Al ser cuestionado acerca de su autoridad para realizar la limpieza del templo, Jesús responde con otra pregunta que fue un dardo clavado en la conciencia de sus enemigos. La cuestión de Jesús tenía que ver con el bautismo de Juan, es decir, con todo el ministerio de predicación desplegado por este profeta de Dios, cuyo poderoso mensaje había producido arrepentimiento de pecados en el pueblo. Todo el pueblo de Israel reconoció a Juan el Bautista como un auténtico mensajero de Dios, excepto los líderes religiosos.

El dilema presentado por el Señor Jesús a sus enemigos los acorraló y no hallaban cómo contestarle. Lucas describe a estos representantes del Sanedrín y como si los observara cuidadosamente dice de ellos que “discutían entre sí”, o sea que, razonaban entre ellos para definir de qué manera responderían a la interrogante sin que comprometieran su dignidad y jerarquía. El verbo “discutían” es la traducción del vocablo griego “sullogizomai” que aparece sólo en este pasaje en el Nuevo Testamento y da la idea de que hubo una fuerte deliberación cerrada entre ellos a fin de no equivocarse en su respuesta. De este vocablo griego proviene la palabra silogismo en castellano. El “si” condicional al inicio de cada posible respuesta de los judíos expresa contingencia.

Al final de cuentas, la respuesta de los líderes espirituales de Israel y para vergüenza de ellos, fue que terminaron confesando que no sabían de dónde procedía el bautismo de Juan, si del cielo (o sea de Dios) o de los hombres.