Casi podemos ver la expresión de autosuficiencia de Simón al tener la respuesta de inmediato. Mirando con una risa burlona a sus compañeros de mesa expresaba “qué pregunta tan tonta”. Los fariseos estaban acostumbrados a debatir haciéndose muchas preguntas, ésta en particular, era de las más simples que Simón habría escuchado jamás. La respuesta se ve precedida por una introducción vanidosa o quizá hasta burlesca: “pienso”, ya que esta cuestión prácticamente no necesita de meditación alguna. “A aquel que perdonó más”.
Todo cambió para Simón en un momento. Todos tragaron saliva y enrojecieron frente a la andanada de razonamientos que fluyeron de la boca del Señor, no para defenderse, sino para ayudar a la mujer. Todo en la actitud de Simón para con su invitado mostraba su rechazó hacia él. En otras palabras, Jesús le dice: yo no soy bienvenido a tu casa, pero en la de ella sí, en su corazón sí. Ahora el silencio fue poderoso. Nadie se atrevía a hablar. Habían maltratado al Señor, y se quejaban de los que lo trataban bien. No bailaban, ni endechaban.