Jesús no se detiene ahí, la tormenta apenas empieza. Mirando fijamente a Simón le dijo sin rodeos acerca de la mujer: “sus muchos pecados le son perdonados”; en este momento se armó el alboroto. Todo mundo sabía que sólo Dios puede perdonar pecados, y este atrevido rabí de Galilea ahora se agenciaba por sí mismo un atributo totalmente divino.
Para meditar: La mujer era muy pecadora, pero mayor que sus maldades fue el amor del Salvador. Con razón dice Romanos 5:20: la gracia “sobreabunda”, pues nunca la maldad rebasará la bondad y el poder de Dios para perdonar. Los que poco aman al Señor en realidad es que se aman mucho a sí mismos. No se necesita que se les perdonen sus maldades pues “no hacen mal a nadie”. Por ello, poco también se comprometen con Dios. Creen que se les perdonó “poco” así que “poco” darán a cambio.