Entre todo lo malo que pueda existir en nuestra época o en cualquier otra, entre todo lo negativo que un panorama pueda parecer siempre habrá una esperanza, pues siempre habrá tierra buena. La buena tierra tiene dos características: un corazón bueno y un corazón recto; ambas cualidades permiten retener la palabra, y al retenerla llevan fruto verdadero. El corazón bueno es la tierra adecuada y el corazón recto, indica que la persona tiene una percepción de la justicia divina, que se adapta a la vida terrena.
Para meditar: Jesús, en Mt 5:48 nos invitó a ser perfectos, como nuestro Padre es perfecto. Y el apóstol Pedro recuerda: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1P 1:15,16). Pedro hace una alusión a Levítico 1:45, en donde el Señor le dice al pueblo de Israel que los está trayendo de Egipto para que vivan una vida santa. Lo cual quiere decir que el corazón humano tiene posibilidades de ser perfecto y de ser santo. Dios no pediría algo que el ser humano no pueda realizar.
Nota doctrinal: Esta parábola es una de las más conocidas, se dice que es la segunda más famosa, sólo detrás de la del Hijo Pródigo. Además de enseñar cómo los hombres reciben y reaccionan ante la Palabra muestra algunas verdades de consideración. Por ejemplo, el enemigo del alma humana está activo para quitar la semilla, él quiere que nos perdamos y la clave es quitar la Palabra de la vida de las personas. Por otro lado, la parábola indica que la reacción frente al mensaje es responsabilidad de cada uno quien que la escucha, esto es algo de gran valor teológico, puesto que la doctrina de la predestinación es cuestionada; la parábola demuestra que hay total y real libre albedrío, cada uno tiene poder para aceptar o rechazar el mensaje del evangelio. La semilla, el sembrador y las oportunidades son iguales para los hombres, de ellos depende si reciben, posponen o rechazan el regalo. A eso se llama libre albedrío.
Para meditar: Si bien un gran porcentaje de la tierra desperdició su momento, no debemos desanimarnos al sembrar la Palabra. Muchos van a rechazar nuestro mensaje, otros parecerá que lo recibieron, pero al final se alejarán; pero siempre habrá alguien que fructifique para la gloria del Señor. Cada alma que se convierte a Cristo es como una semilla que da al ciento por uno, es una fiesta para el cielo. Por otro lado, nadie podrá decir jamás que no se le dio oportunidad de ser salvo, pues todos la tuvieron por igual.