El endemoniado gadareno, Lc 8:26-39 (Mt 8:28–34; Mr 5:1–20)  

Lc 8:34-37 “Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. 36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió." 

Todos oyeron lo que sucedió, de “cómo había sido salvado el endemoniado” pero desde la perspectiva de los pastores de cerdos, lo que oyeron nos les gustó, pues pensaron en los cerdos. Cualquiera se alegraría de que alguien se salve, pero aquí, no. Le pidieron al Dador de la Vida que se marchase de ellos. El peor hombre de Gadara ahora era el único justo. Como es común, muchos piensan “en sus cerdos” y no en la vida eterna. El Señor respondió a la súplica de los pobladores, entró a la barca y se volvió.

Lo peor que podrá sufrir un hombre es que Dios le dé la espalda, el Sal 27:9: expresa: “No escondas tu rostro de mí…”