Los que querían seguir a Jesús, Lc 9:57-62 (Mt 8:18-22)  

Lc 9:61-62 “Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.  

Otro, quizá en el mismo camino a Jerusalén, le espetó que le seguiría pero tendría que despedirse de su casa primero. No parece tener nada de malo esta petición, el hombre debía avisar a dónde iría ahora, si era casado o si tenía hijos, sin embargo, había algo que lo descalificaba, mostraba mucha dependencia, El trabajador del campo sabe que al tomar el arado debe mirar siempre adelante, puesto que se corre el peligro de hacer mal los surcos y desperdiciar el día de trabajo, la semilla y la propia dignidad. Cuando uno acepta el llamado nunca debe mirar atrás.

Se le atribuye a Ch. Spurgeon la siguiente frase: “la obra de la predicación es el llamado más alto, más grande y más glorioso al que cualquiera puede ser llamado. Si Dios te ha llamado a ser su predicador, nunca te rebajes a ser rey de los hombres”.

El Señor aplica magistralmente la metáfora del arado, puesto que pocos tienen sensibilidad sobre el momento actual, cuando no se debe parar, olvidando que las almas se pierden. Así tampoco el predicador debe perder la mira de su llamamiento cuando hayan pasado los años y las circunstancias parezcan contrarias; siempre, como la primera vez, hay que predicar el evangelio.