Inmediatamente después de tocar el manto de Jesús se realizó un milagro extraordinario en la vida de la mujer, su fuente se secó. Esta enfermedad le causaba grandes dolores en su cuerpo y una debilidad constante, pero al momento de tocar aquella vestidura sintió que recibió nuevas fuerzas que la libraban del azote que la había agobiado por mucho tiempo. El Señor se dio cuenta de la atrevida acción realizada con fe por la mujer afligida por aquella terrible enfermedad. Jesús sabía que alguien de la multitud se había atrevido a tocarlo con fe de tal manera que recibió un toque de su poder sanador. El Señor observó a la gente que le rodeaba para saber quién había sido la persona bendecida por el poder divino que radicaba en Él.