Juan es una inspiración para todos los siervos del Señor. No se embelesó con la fama, no se arredró ante el peligro; estuvo consciente de que su misión era lanzar los reflectores sobre la persona del Mesías, y lo hizo mientras tuvo vida. Su luz se extinguió por la influencia de una mujer. Cuán grande puede ser la influencia de una mujer, puede lanzar a una nación al paganismo, como Jezabel; o bien, como Ester y Débora, salvar a un pueblo.- Herodías condenó a la muerte al gran Juan.
Los discípulos de Jesús ya se dan cuenta de que los siervos de Dios no son invulnerables, aún si son justos y santos, como Juan. Marcos dice a sus lectores: “la grandeza ante Dios y los hombres no necesariamente exime al hombre, o a la mujer de Dios, del rechazo, la persecución y el sufrimiento”. La muerte de Juan es un mensaje para el creyente del siglo I, y para el discípulo de Cristo de cualquier época.
Para meditar: Dios ha levantado a grandes hombres como Elías, Juan el Bautista y otros profetas poderosos. Un considerable número de personas vieron en Juan el cumplimiento de las profecías mesiánicas. La unción del Señor era sobre él y tuvo muchos seguidores; en realidad, encabezó un movimiento espiritual como no se había visto en siglos. Pero murió, se le sepultó, y su movimiento se extinguió. Jesús es singular, superior a Elías y al más poderoso profeta, por mucho. Se le torturó cruelmente y se le asesinó en una cruz; sin embargo, a diferencia de Juan, Jesús es declarado Hijo de Dios con poder mediante el portento de la resurrección; y su movimiento, lejos de menguar, se transformó en la Iglesia de Dios, que se ha propagado vigorosamente a través de los siglos, a pesar de los intentos de aniquilarla. Dios dé valor a sus siervos para ser ministros fieles de la Palabra, aunque en ello les vaya la vida.