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Es interesante que le llamaran “nueva doctrina” a algo que hoy les parece a algunos que no es doctrina, sino hechos en que algunos individuos puedan enfrentar situaciones sobrenaturales, como ser oprimidos y aun poseídos por demonios. Es decir, se intenta, de alguna manera, decir que estos parroquianos de la sinagoga estuvieron equivocados al llamarle doctrina, o que también Marcos y los escritores sagrados fallaron, al registrarlo de esa forma.
Seguro que no es así. Hoy en día todos los textos de teología que se han impreso tienen un capítulo titulado “Angeleología” o “Doctrina de los Ángeles”, clasificando a este tipo de seres como buenos y malos, incluidos en estos últimos, Satanás y sus demonios.
Este evento impactante despertó la curiosidad de la gente y fue el inicio de lo que se ha llamado el año de popularidad, es decir el año cuando grandes multitudes siguieron a Jesús.
Pablo les recuerda a los corintios, en su primera carta, que cuando llegó a ellos por primera vez, para anunciarles el testimonio de Dios, no fue “con excelencia de palabras o de sabiduría… sino con demostración del Espíritu y de poder” (1 Cor 2:1-5). Cada denominación pentecostal tiene registro del número de iglesias que han comenzado gracias a la manifestación poderosa del Señor, sanando enfermos, levantando paralíticos, volviendo muertos a la vida y echando fuera demonios. Todo a través de dedicados y ungidos siervos, de todos los tamaños y notoriedad, que se mueven bajo un común denominador: ¡Ellos saben que el tiempo de los milagros no ha pasado!