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El ángel que acompañaba a Juan (Ap 22:1) le indica que todo lo que había experimentado en esta “jornada escatológica”, era digno de tomarse como “fiel y verdadero”. Estos adjetivos calificativos deben animar a la iglesia para que su fe no mengüe. El título que se asigna a Jesucristo demuestra su deidad: “El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas” (Ap 19:10; 22:6), Jesús es Dios. En efecto, el que es el “espíritu de la profecía” es Señor y Dios y ha enviado a su ángel para dar la revelación a Juan y a su iglesia. Todo deberá suceder “pronto” (griego: tajís), “repentinamente”, sin aviso. El sentido de urgencia se observa una vez más en el versículo 7: “¡He aquí, vengo pronto!”, “vengo repentinamente, sin previo aviso”. “¡He aquí! (griego: idoú) “miren” o “mirad”; y es una orden. Un mandato de estar alerta a lo inminente del regreso del Señor, pues, además la recompensa de estar vigilantes es la bendición de “guardar” o “poner por obra”, las enseñanzas del Apocalipsis.
El inminente regreso del Señor, llamado también “la esperanza bienaventurada” (Rom 8:23; 1 Cor 15:51,52; 1 Ts 4:16,17; Tito 2:13) es una de las cuatro doctrinas cardinales de Las Asambleas de Dios en el mundo y de las iglesias de fe pentecostés en general. Se le llama también “la Doctrina de la inminencia”, es decir que Cristo puede venir en cualquier momento por los redimidos fallecidos y por los redimidos vivos. 1 Corintios 15:52 enseña: “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados"
“La diferencia entre el arrebatamiento y el retorno visible de Cristo como dos acontecimientos distintos son armonizados de manera natural por la Escritura y concuerdan perfectamente con la postura pretribulacionista”. (Asambleas de Dios en México: Nuestra Declaración de Fe p.101)