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Es sorprendente que para el evangelio el máximo don fue conferido a través de la salvación, el sacrificio redentor encamina a cada individuo a dejar atrás la mala manera de vivir, aunado a los deseos pecaminosos; esto no es sencillo pues pide que cambie cada aspecto de su vida.
Cuando ellos son encaminados dentro del mundanal vaivén la vida les demanda una sana manera de vivir, siendo individuos sobrios, es decir prudentes que se rigen directamente por la ley que esta bordada en los corazones; así mismo viven una vida justa, otorgando a cada ciudadano lo que le corresponde, no pagando de igual manera, mal por bien o bien por mal, sino manteniendo una sana manera de vivir; y al hablar de la expresión piadosamente nos traslada al cumplimiento pleno de las leyes, si bien es cierto, Tito no tenía sangre judía, pero la ley no fue dada exclusivamente para los judíos; la ley fue dada para acercarse a Dios, por ellos que tras la muerte de Cristo sea trasladada mediante la fe al hombre redimido.
El hecho de que como hombres vivan de una manera digna, los conducen a una esperanza suprema, al traslado de la fe; es decir aguardan la esperanza del retorno del divino salvador, los redimidos esperan que el Santo que fue el sacrificio, aquel que murió y resucito, que así como ascendió a los cielos, de ese mismo modo aparecerá, retornando por un pueblo Santo.
Por ello que para Pablo concluyera en la máxima de la fe; que Cristo se ofreció así mismo, despojándose de su dignidad, se ofreció en sacrificio por los pecados de la humanidad. Para de este modo reconciliarnos de nuestras perversiones, a la versión original de la humanidad, trasladándose a la purificación de la cual gozaba Adán, cumpliendo con la comisión divina.