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Al clásico estilo de los escritores del Nuevo Testamento de usar triadas o trilogías, es decir referirse a tres eventos en uno o varios textos, Judas ofrece 3 ejemplos para demostrar que Dios castiga a los rebeldes:
De forma milagrosa Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel, (Ex 12:15; Dt 4:34), pero, tristemente, ellos respondieron con incredulidad, duda, y deserción de fe en el Todopoderoso quien les había prometido llevarlos a la tierra prometida. Esto, de paso, adelanta una lección para todos los cristianos: la posibilidad de caer en error o pecado, como aconteció a esos israelitas incrédulos, que, tras haber sido liberados, fueron posteriormente destruidos.
Moisés y Aarón, cargaron con la culpa, el regaño divino y similar castigo por la acción de esos incrédulos. Dios les reconvino: “Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que yo les he dado” (Num 20:12)
Esa generación apóstata fue muriendo en el transcurso de los 40 años de peregrinaje por el desierto. Se cumplió la advertencia: “No verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá” (Num 14: 22, 30, 35, Salmo 95: 7-11; Heb 3:7-19)
Muchos cristianos, que comenzaron bien y se deleitaron creyendo en las promesas de recompensa inmediata, espiritual y escatológicamente, ahora gastan sus vidas en el desierto de la duda y el pecado, cuando, si hubieran sido obedientes, pasarían sus días en una bendecida situación de triunfo, de la cual Canaán es un tipo.