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La frase “la verdad que permanece” no se refiere aquí exactamente a las buenas obras, si no a la revelación de Jesucristo como Salvador y el imperativo de guardar todos sus mandamientos. La práctica de la verdad que ellos vivían y que compartían con los demás debía estar también en concordancia con la doctrina apostólica. Dios revela su verdad de manera subjetiva y objetiva; la forma subjetiva, es cuando Dios revela directamente el significado de sus acciones a la mente de los hombres. En este caso, se refiere al secreto de la persona del Señor Jesús (Mt 16: 17; Jn 12: 38). La revelación objetiva es cuando Dios utiliza los sentidos, tales como los oídos, la conciencia y el corazón de los hombres para mostrarles el valor de sus acciones y propósitos de su voluntad. La mayor revelación de la verdad que Dios ha mostrado es el haber otorgado la dádiva de la salvación por medio de su Hijo Jesucristo (1 Juan 5:10,12).