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Sin lugar a dudas, el apóstol Pablo, no titubeaba en cuestión de defender la sana doctrina, y mucho menos cuando se trataba de extirpar las mentiras que querían debilitar al cuerpo de Cristo. La frase que se lee “al Señor Jesucristo” tòn Christòn Iesoûn tòn kyrion aparece por única ocasión aquí en el Nuevo Testamento. Es estratégica esta declaración para sus lectores, porque aquí mismo se les recalca tanto la humanidad como la deidad de nuestro Señor. Esto era una de las realidades que los gnósticos negaban. Los colosenses, al haberse encontrado con Cristo a través del evangelio, fue solo el comienzo, ahora deberían encaminarse a un conocimiento maduro y darle seguimiento firme.
Pablo reconoce la labor pastoral de Epafras, al describir a los cristianos colosenses, como una edificación de fundamento firme. De hecho, los términos usados en esta carta, señalan que no hay otra opción para un cristianismo vivo, que no sea, profundizar sus raíces de la forma como lo hacen los árboles en buena tierra arraigados y sobreedificados en él. La poderosa descripción desafía a pensar que no tienen éxito y firmeza los cristianos que no se cimentan en Cristo y en su iglesia. No hay cristianísimo sin raíces y no hay verdadera iglesia sin fundamento. La combinación: planta y edificio se encuentra también en Jeremías 24:6 y Efesios 4:15,16. Cuatro características del cristiano maduro, deben ser aquellas que él apóstol de los gentiles quiere ver en los colosenses: arraigados, sobreedificados, confirmados y enseñados.