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“En Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo”. Esta salutación hace referencia a Dios el Padre y al Señor Jesucristo, debido a que la iglesia de Tesalónica se componía mayormente de griegos piadosos (Hch 17:4) los cuales eran prosélitos gentiles, pero estaban incluidos, según la ley, entre el pueblo de Dios. Por tal razón, Pablo inicia mencionando al Dios hebreo en quien ellos confiaban y al Señor Jesucristo en quien recién habían creído desde la primera visita de Pablo a Tesalónica. Omitir a Dios el Padre provocaría desconfianza en aquellos creyentes habituados a la ley. Omitir a Cristo Jesús hubiera provocado un retroceso en la fe de aquella iglesia que se iniciaba en el cristianismo. Debe decirse que, junto a esos griegos piadosos, también aceptaron a Cristo un puñado de judíos, a quienes “el sol de justicia les alumbró y en sus alas les trajo salvación”. (Malaquías 4:2)
