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“Líbranos de todo mal”, dice la oración modelo. Es necesario pedir a Dios protección, ésta no vendrá por sí sola, hay que pedirla. A veces se hace necesario aún reprender al maligno y ordenarle que se aparte de nuestro entorno. “Someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros”. (Santiago 4:7) Hombres perversos y malos. Los tesalonicenses debían estar conscientes (y nosotros con ellos) de que hay gente mala en este mundo. A veces el cristiano, en su simpleza, prefiere echarse la culpa él mismo, sin discernir que el malo es el otro, es decir, aquel que lo maltrata y lo lastima. Porque no es de todos la fe. Habrá gente que nunca será salva y como dice el Salmo 58:3 “Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que nacieron”. Es gente que no entiende, que nunca ha entendido, y que nunca entenderá. Son “los que desde antes habían sido destinados para esta condenación”. (Judas 4) Bástenos por ahora la advertencia y saber que tales personas son reales, existen.