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Pablo les exhorta a “ estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido”. La palabra “retened” en el griego es una palabra enérgica que significa: tener algo magistralmente asido. La doctrina no es algo que los hombres hayan creado, sino lo que fue enseñado por el mismo Dios y Señor Jesucristo. La doctrina “sana” es vital. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. La iglesia primitiva se caracterizó por cuidar la doctrina. Los tesalonicenses debían rechazar las enseñanzas de todo aquel que deseara presentar sus filosofías, teorías o creencias y desviarlos de la “Palabra del Señor”.
Esta doctrina les había sido anunciada, por los apóstoles, por medio de predicación, conversación privada o por cartas (1 Co 11:2; 2 Ts 3:6; Ro 6:17; 2 Ti 1:13), como la Primera Carta a los Tesalonicenses, que les envió.
Sus palabras finales, en este capítulo, son una oración. Estas tiernas palabras de consuelo y esperanza debían penetrar en sus corazones como un rocío refrescante. Primero reconoce lo que Jesucristo y el Padre celestial han hecho por ellos:
• les ha amado (Jn 3:16);
• les ha dado “consuelo eterno”, que es la motivación y fortaleza, para que en los momentos difíciles y de tristeza, la fe no se termine;
• les ha dado la “buena esperanza por gracia”. Esta esperanza del evangelio es la resurrección del cuerpo y su glorificación eterna, pues el alma regresará a esta tierra (en el arrebatamiento) para recoger el cuerpo. Que sus cuerpos serían glorificados y entrarían a la gloria de Dios por la eternidad. Estas obras aún estaban en el futuro, pero son seguras por la Palabra de Dios.
Segundo, pide dos cosas a Dios y al Señor Jesucristo: “conforte vuestros corazones y os confirme en toda buena palabra y obra”. Consuelo y conforte provienen de la misma palabra griega: parakaleo, y sugieren la obra del Espíritu Santo quien es nuestro Consolador (Jn 14:16).
Ambas acciones logran el propósito de Dios para nuestra vida:
• Primero, conforte: guarda nuestras almas bajo la influencia del Espíritu Santo, y nos inyecta valor en la mente y voluntad.
• Segundo, confirme: tiene la idea de “fuerza”. Pablo pide que los tesalonicenses sean fortalecidos para permanecer firmes en el llamamiento que Dios les ha dado.
Pedro, el apóstol, dice en su carta: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfecciones, afirme, fortalezca y establezca” (1 P 5:10).
El Espíritu Santo, quien es nuestro Consolador, viene a nuestras vidas para que estemos reanimados ante las vicisitudes de la vida, confortando y confirmando los corazones de cada hijo de Dios.
“buena palabra y obra”. El resultado del consuelo del Espíritu Santo en la vida del creyente es que tendrá un testimonio cristiano palpable, conmovedor y vivirá una vida fiel a Dios, hasta su muerte o el arrebatamiento de la iglesia.