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Pablo afirma que la verdadera circuncisión es la que se realiza en el corazón por obra del Espíritu Santo (Ro 2:29), esto sucede en toda persona cuando viene arrepentido y le son borrados los pecados (Col 2:11). Recibiendo el sello de la justificación por la fe (Ro 4:11). El Espíritu Santo pone un sello de pertenencia (2 Ti 2:19). Bajo el nuevo pacto es la fe la que importa, no las obras externas (Gal 5:6; 6:15; Ro 1:17).
No hay nada que se le pueda añadir, o algo que se pueda hacer para obtener la salvación, la salvación viene solo por medio de la fe en Cristo Jesús (Ef 2:8). Jesucristo es quien justifica solo por la fe a los de la circuncisión, como a los de la incircuncisión (Ro 3:30).
Una enseñanza que esparcían constantemente los judíos -convertidos al cristianismo- y que querían imponer en los gentiles que aceptaban el evangelio, consistía en que la circuncisión era necesaria para la salvación. El Concilio en Jerusalén dese el año 50 d.C. ya había legislado en contra de esa práctica (Hch. 15:19-21), sin embargo, los judaizantes en otras tierras, como en Galacia, Macedonia y Acaya, seguían ignorando ese acuerdo.
No percibían que los líderes religiosos y el pueblo de Israel habían perdido la esencia espiritual de la circuncisión y la tomaban como una base para su justificación (Ro 9:6-7; 1Co 7:19).
tal como en los tiempos del Apóstol Pablo, hoy también hay personas que se resisten a la idea de la salvación como un don gratuito; les cuesta creer que la obra de Cristo en la cruz del calvario es suficiente para nuestra redención. Algunos quieren añadir: ritos, ceremonias, actividades religiosas, buenas obras humanas, en lugar de establecer una relación con Jesucristo. Realizar estas prácticas es como sembrar para la carne (Gálatas 6:8)
Si fuera posible ganarse la salvación por las obras, el mismo Pablo sería uno de los candidatos adecuados para obtenerla, él mismo lo dice sobre su obediencia en la práctica de la ley, como lo expresa en los versículos siguientes.