La tercera porción de este capítulo presenta una defensa del ministerio paulino, siendo ésta una de las cartas donde toma mayor tiempo para justificarlo; y de este modo avalarlo delante de la iglesia de Éfeso, y desde luego de las iglesias, pues es también una circular.

La expresión abre con gratitud, ofreciendo el matiz de la fortaleza divina que se le ha concedido para un desempeño pleno, a pesar de su situación física, económica y familiar. Es Cristo Jesús el origen de la fuerza en la vida de Pablo, los apóstoles, y el grupo de Obreros que ya habían surgido.

El concepto de blasfemo, perseguidor e injuriador, lo auto posicionan en el listado que el previamente presentó; justifica su mal proceder por la ignorancia e incredulidad. Todo ese pasado terminó, cuando los conocimientos teológicos que acumuló como rabino, fueron reenfocados ante la aparición de la divina gloria.