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Instrucciones sobre la oración, 1 Timoteo 2

2:12-14 “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”


Existe el consenso que ésta y recomendaciones semejantes a ésta demanda deben entenderse a la luz de la iglesia de Efeso y las iglesias de la Región. ¿Qué sucedió allí que obligó a Pablo a dar esta sentencia? No lo sabemos, solo tenemos una parte del diálogo. No se puede constituir esta enseñanza como un principio universal y atemporal. Pablo en 1 Corintios 11:5 dice que había en la iglesia mujeres que oraban y profetizaban en público.

Saulo tenía, como colaboradoras en su ministerio, a mujeres. Se habla de Priscila, esposa de Aquila, (Ro 16:3) que junto con su esposo enseñó la Palabra de Dios a Apolo, varón elocuente y poderoso en las Escrituras (Hch 18:24-26). Aparece también Junia, mujer que se convirtió antes que Pablo y que era reconocida entre los apóstoles (Ro 16:7). Febe, es otra mujer creyente, destacada por el apóstol Pablo (Ro 16:1). Ella fue la portadora de la carta a los Romanos y diaconisa de la iglesia. Pablo reconoce públicamente el trabajo arduo de mujeres en la iglesia primitiva, por ello, no se debe pensar que él mismo se sujetara siempre a esta estipulación tan rígida. Que por cierto se da solo en esta ocasión.

También el apóstol menciona que la mujer no debe “ejercer dominio sobre el hombre”. Explica cuál es la razón: “Porque Adán fue formado primero, después Eva”. Dios creó a la mujer de “la costilla de Adán” (Gn 2:21); la formó como “ayuda idónea” para el varón (Gn 2:18). Cuando pecaron, Dios dio una maldición a la mujer: “… y tu deseo será para tu marido y él se enseñoreará de ti” (Gn 3:16). No es que la mujer tenga menos valor ante Dios que el hombre, es solo que a cada uno le asignó una función en particular. En el Nuevo Testamento, este principio de dependencia se mantiene vigente. Pablo dice: “Y ya no hay judío ni griego, … ni varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28).

Si bien es cierto que ante Dios hombres y mujeres tienen el mismo valor, se es diferente en funciones. “Las casadas estén sujetas a su propio marido como al Señor, … la mujer respete a su marido” (Ef 5:22,33). En 1 Co 11:3 dice: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”. La mujer creyente sabe cuál es su función dentro de la vida familiar.

Es interesante notar que el apóstol menciona que “Adán no fue engañado”. Satanás no atentó la caída de Adán, sino la de la mujer. Ella lo dice: “La serpiente me engañó y yo comí” (Gn 3:13). Adán estuvo presente en el diálogo de su mujer con la serpiente y recibió de su mano el fruto prohibido. Génesis 3:6 dice: “Viendo la mujer que el árbol era bueno… comió y ofreció también a su marido que estaba con ella, y él comió” ). Él sabía que estaba quebrantando la orden de Dios; él no fue engañado. Sin embargo, ella abrió el camino a la transgresión y como consecuencia entre otras cosas, quedó bajo el gobierno del varón.





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