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Pablo recuerda la actitud valiente del Señor Jesús, que jamás se abstuvo de declarar que Él era Rey y Mesías, ante el representante del César Romano, ante Herodes y ante los líderes religiosos (Juan 18:19-37). Así Timoteo es instado a guardar “el mandamiento sin mácula ni reprensión, es decir, toda la Palabra de Dios revelada; volviendo a decirsélo en el versículo 20 ya para terminar la carta, “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado”.
Una de las cuatro doctrinas cardinales de la iglesia
“hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo”. Los apóstoles del NT animaban a los creyentes de su generación a que esperaran el inminente regreso del Señor durante su vida (Fil 3:20; 1 Ts 1:9,10;Tito 2:13; Heb 9:28). “Inminente” quiere decir: en cualquier momento. Ese momento, también es llamado: “La bendita esperanza” (1 Co 15:51,52; 1 Ts 4:16,17; Tito 2:13). Jesús así lo enseñó en Mateo 24:42,44 y 25:13. Las Asambleas de Dios y la gran mayoría de las iglesias suscriben esta doctrina.
“el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.”
El apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo hace una declaración sobre Dios el Padre. Usa el título de Rey de reyes, y Señor de señores, que en Apocalipsis 17:14 y 19:16 se aplica a Cristo, lo cual maravillosamente enfatiza la deidad de Jesús. Toda esta declaración expresa la trascendencia de Dios, superior a todo lo creado, con una existencia perfecta y pura, que ha mostrado su amor presente y activo hacia el mundo en la persona de su Hijo. Él vive y se manifiesta en las personas que se arrepienten de sus pecados y viven por la fe en Cristo (Is 57:15; Mt 10:31,32; Ro 8:28; Gá 2:20)
no olvidar el privilegio que Dios les ha dado a los ministros de ser llamados a realizar una obra sobrenatural en el poder del Espíritu Santo. Uno de los engaños más grandes del enemigo es hacer creer a la iglesia que el Señor no vendrá, que Dios se ha olvidado de su pueblo y que el Espíritu Santo no habita en el creyente. Sin embargo, la grande responsabilidad del ministro es constantemente recordarle a la iglesia que las Sagradas Escrituras no mienten y que la iglesia debe permanecer en santidad e irreprensible hasta la venida de Jesucristo.