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El ser amados de Dios, es parte del sello de identidad que obtienen los creyentes en Cristo. Los tesalonicenses debían saber que ellos habían sido “seducidos” por Dios, como alguna vez lo mencionó el Apóstol. Al utilizar la palabra “amados”, está usando Pablo la palabra griega “agapao” que revela el profundo deseo de amar sin reservas y condiciones.
La elección de seguir a Cristo, muestra que lo tesalonicenses estaban decididos a darlo todo. Cuando el Evangelio llegó a sus vidas, se manifestó en 1. En poder: esta palabra es la misma usada en Hechos 1:8 “dúnamis” que se manifiesta en poder y milagros. El poder de Dios es como la dinamita que explota para perforar una montaña (dínamis=dinamita). Es una autoridad especial en tiempo en tiempo de conflictos, enfermedades y adversidades.
2. En el Espíritu Santo: Pablo específica que ese poder es la manifestación proveniente de la tercera persona de la Trinidad. El Espíritu Santo es el Consolador mencionado por el Señor Jesús, en el Evangelio de Juan capítulo 14, para que este con la iglesia siempre, enseñe y recuerde lo que el Señor Jesucristo ha dejado estipulado en su Palabra.
3. Plena Certidumbre: Es la convicción que mostró el Apóstol Pablo al predicarles por amor a cada uno de ellos. Muchos de ellos, era judíos que, tuvieron que salir corridos de la sinagoga de Tesalónica, cuando los judíos celosos e incrédulos armaron un alboroto para echarlos del pueblo. Pero por gracia de Dios, Hechos 17:4 relata que “algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piados gran número y mujeres nobles no pocas”. Se reunieron en alguna casa y con el tiempo construyeron su templo.
Se deduce que la iglesia de los tesalonicenses se compuso de judíos y griegos (gentiles), que tenían que ser instruidos en mucha doctrina, como lo revelan las dos epístolas. Desde luego, que para el bien de la iglesia futura, pues arrojan mucha luz sobre el arrebatamiento de los creyentes y “el día del Señor” ( 1 Ts 4:13- 5:11)
Al mencionar a la persona del Espíritu Santo muestra que también tiene una función muy específica en la vida de cada persona, y que no es solo una fuerza impersonal, sino que es el mismo Dios obrando, cambiando, fortaleciendo a todos aquellos que decidan creer en el Hijo de Dios. El Espíritu Santo también cumple con la función otorgada por el Señor Jesucristo cuando lo prometió a sus discípulos, tal y como se menciona en los Evangelios y en las cartas apostólicas. La persona del Espíritu Santo estará con su pueblo hasta el día que el Señor venga por su iglesia.