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Algo que caracteriza al apóstol es el “ruego” que hace en sus cartas (Ro 12:1; 2 Co 5:20; Gá 4:12). No es una exigencia, sino una forma atenta y ejemplar de solicitar algo. En esta carta pide a los hermanos en Tesalónica hagan tres cosas con los líderes de la iglesia: “que los reconozcan, que los tengan en mucha estima y estén en paz con ellos”. Es necesario que los ministros de la Palabra sean estimados y amados. El servicio a Dios no es fácil, y necesitan, como seres humanos, sentir el amor y agradecimiento de la iglesia a quien Dios les ha mandado a servir. Por otra parte, Pablo menciona los deberes de los líderes: “trabajan, presiden y amonestan”. Los líderes habían surgido de la misma iglesia y su deber básico era dirigir y trabajar con sus compañeros y cuando se necesitara, exhortarlos. Cuestión nada fácil, pues es más fácil que se rebelen o se molesten con sus iguales. Aunque al ser líderes, ya ocupaban otro lugar. Sea que tuvieran problemas o no, siempre es útil este consejo.
Pablo, adelantándose a su tiempo advierte en 2 Timoteo 3:1-2 que “en los postreros días habría hombres peligrosos… amadores de sí mismos” y no de la obra del Señor. Por lo tanto, a quienes aman la obra de Dios y hacen lo correspondiente en ella, se deben apreciar, y tenerlos en mucha estima y amor por causa de su obra. El creyente debe alcanzar madurez espiritual, y una forma de demostrarla es cuando sabe reconocer la autoridad, someterse a ella y ser agradecido con sus líderes.