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El presente siglo termina con la traslación de la Iglesia a la presencia del Señor. Este es un tema de importancia en la escatología del Nuevo Testamento (Jn 14:1-3). ¿En dónde radica la esperanza del creyente en cuanto a la resurrección? El pequeño vocablo “si”, es un condicionante de primera clase, porque establece el hecho de que, quien cree en la resurrección de Jesucristo, creerá que los que duermen en Él resucitarán también.
¿Cuál es “la palabra del Señor” sobre la cual basa Pablo su enseñanza? Hay tres opciones para esto:
1) Puede ser un dicho de Cristo no registrado (Hch 20:35);
2) Una revelación directa que Pablo recibió (Hch 16:6; 18:9). Cualquiera de las dos, lo que Pablo va a explicar sobre las escenas futuras del día de Cristo es “palabra del Señor”. Pablo se incluye entre el grupo de los que estarían vivos cuando sucediera el arrebatamiento y los tesalonicenses no debían preocuparse por los que durmieron en Cristo, pues ellos tendrán un lugar destacado en este evento.
El arrebatamiento
1. Cristo descenderá del cielo. La expresión “ el Señor mismo” revela que no hay intermediarios en este evento, es el “mismo” Señor que vuelve. Pablo usa la figura del comandante de un ejército, al mencionar que Cristo viene con “voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”. Así, como a la señal de un general todo el ejército obedece, así el innumerable ejército de los redimidos se levantará a la voz omnipotente de su Señor Jesucristo (Mt 24:30,31).
Los muertos resucitarán. Los creyentes que murieron en Cristo, serán los primeros en tomar sus cuerpos glorificados.
2. Los vivos serán transformados. La palabra “luego” implica orden de eventos y no intervalo largo entre ellos. Una vez que los muertos toman sus cuerpos, los creyentes vivos serán “arrebatados”. Esta palabra significa “agarrar o tomar presa”. Pablo se sirvió de su propia experiencia al haber sido arrebatado al tercer cielo (2 Co 12:2,4).
3. Los cuerpos de los vivos deben ser transformados en cuerpos glorificados: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados, … Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Co 15:51,53). El método de esta transformación es un misterio, pero es posible experimentar una metamorfosis sin la disolución causada por la muerte. La Escritura dice: “que la sangre y la carne no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Co 15:50). Se encuentran dos ejemplos en el Antiguo Testamento acerca de esto: Enoc y Elías (Gn 5:24; 2 R 2:11).
4. La reunión de los redimidos con Jesucristo. Esta es una reunión doble. Primero, los muertos resucitados y los vivos transformados nos reuniremos en “las nubes”. Después, todos los arrebatados nos reuniremos con nuestro Señor Jesucristo “en el aire”.
5. Una vez que todos los redimidos nos hayamos encontrado con el Señor, seremos llevados a las moradas celestiales para “estar siempre con el Señor”. Jesús lo dijo a sus discípulos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; … voy, pues, a preparar lugar para vosotros. … vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn 14:2,3).
La doctrina pentecostal cree que el arrebatamiento sucederá antes de la semana setenta de Daniel. La gran mayoría de iglesias no pentecostales, lo creen igual. El libro de Apocalipsis afirma: “te guardare de la hora de prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (3:10). Se entiende que la tribulación es un “tiempo de angustia para Jacob” (Jer 30:7). La iglesia pasara por otra serie de acontecimientos, pero no en la tierra. Las promesas de los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, así lo apuntan.