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La esperanza firme de la salvación que Dios da, mencionada en el versículo anterior, se basa en su insondable gracia. Él no desea que seamos consumidos con su ira, refiriéndose al “Día del Señor”, sino que nos ha otorgado la “salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Cristo nos ha “liberado de la ira venidera” (1 Ts 1:10). Jesucristo es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29) y “el único camino de salvación” (Hch 4:12). Su sacrificio también generó nuestra unión con Él y esto afecta nuestra total existencia, de modo que: “sea que velemos (vivos sobre esta tierra), o que durmamos (muertos en lo que concierne al cuerpo), vivamos juntamente con él”. Somos un Cuerpo, y por ello, debemos animar, edificar, consolar y ayudar a nuestros hermanos en la fe (2 Co 1:3,4; He 10:24,25; Ro 15:2,5).